Un barco no es solo un vehículo, sino que, en otro orden de cosas, es un espacio simbólico: va viento en popa a toda vela, cruza de una orilla a otra en una fría laguna, pierde su rumbo, se hunde o se queda varado en un lugar. La inutilidad del barco encallado intensifica enormemente esta carga simbólica.
En Como en un espejo (1961), Bergman recurre a esta imagen para expresar la complejidad y fragilidad de las relaciones humanas, así como el trance hacia la edad adulta de un individuo que experimenta que ” la realidad se agrieta”.
Karin, en pleno brote de una nueva crisis de esquizofrenia, se ha refugiado en el interior del barco. Es un espacio oscuro, húmedo y precario en el que su hermano Minus se adentra para ir a su encuentro.
El barco podría ser el hogar de la inestable Karin, pero Minus está solo de visita y allí descubre el deseo incestuoso, la compleja naturaleza de las relaciones y la intransitabilidad de la realidad con los parámetros de la infancia.
En el momento culminante comienza a llover y el agua penetra por las grietas en el interior del barco.