Cada hora que pasa me convierto en una mejor escritora sin obra. En mi relación con la literatura se repiten una y otra vez dos procesos:
1. Busco incansablemente la mejor versión de aquello que yo podría haber escrito de haberme puesto a hacerlo. La búsqueda es ardua, pero hay cosas muy buenas por ahí con las que saciarme y desdoblarme.
2. Encuentro algo extraordinario que pone en cuestión mi identidad de escritora sin obra. Me digo entonces, por eso no soy escritora, porque prefiero ser lectora de esto que escritora incapaz de escribir esto.